La FIAK conmemora el 20 aniversario del fallecimiento del tenor Alfredo Kraus

La FIAK conmemora el 20 aniversario del fallecimiento del tenor Alfredo Kraus
FOTOS: FIAK / SABRINA CEBALLOS

La Fundación Internacional Alfredo Kraus conmemoró este martes 10 de septiembre de 2019 el vigésimo aniversario del fallecimiento del tenor grancanario de reconocimiento universal con un acto que tuvo lugar en el Cementerio Municipal de Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria.

Embajador artístico de excelencia de Gran Canaria para el mundo, Alfredo Kraus falleció a los 71 años en Boadilla del Monte (Madrid), el 10 de septiembre de 1999. Desde 2009, sus restos mortales y los de su esposa, Rosa Ley Bird, reposan en el Cementerio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria, junto a otros personajes ilustres de la ciudad y de la isla que lo viera nacer.

En dicho acto de homenaje, la presidenta de la FIAK, Rosa Kraus Ley, recibió a Antonio Morales -presidente del Cabildo de Gran Canaria-, a Augusto Hidalgo -Alcalde de Las Palmas de Gran Canaria- y a Encarnación Galván -Concejala de Cultura de Las Palmas de Gran Canaria-.

Junto a estas autoridades asistieron también Tilman Kuttenkeuler y Manuel Benítez -director y coordinador artístico de la Fundación Auditorio Teatro-, Óscar Muñoz -presidente de ACO-, Diego López -presidente de El Museo Canario-, Iván Brito -presidente de El Círculo Mercantil-, José Rexas -de la Orden del Cachorro Canario-, los padres Pedro Fuertes y Santiago Cerrato -por el Colegio Claret-, el periodista y crítico musical Guillermo García-Alcalde, la cantante María Isabel Torón, y familiares y amigos de Alfredo Kraus Trujillo y de su esposa Rosa Ley Bird.

Ante el monumento que guarda los restos de ambos, se inició el acto con ‘Le Cygne’ de Saint-Saëns. Tras esto, Juan José Laforet -Cronista Oficial de Las Palmas de Gran Canaria y de Gran Canaria- trazó una emotiva semblanza del tenor grancanario. Depositadas las ofrendas florales de instituciones y admiradores de Alfredo Kraus, el homenaje concluyó con ‘Après un rêve’, de Fauré, interpretada también al cello por Marisa Roda.

A continuación se reproduce la semblanza del cronista Juan José Laforet:

En el XX Aniversario del fallecimiento de Alfredo Kraus

PALABRAS PARA VEINTE AÑOS DE MEMORIA CONSTANTE

Hace veinte años, un 10 de septiembre de 1999, tal como se afirmó entonces, desaparecía “un verdadero milagro de la voz”, una voz que hoy ya es eterna.

Alfredo Kraus, el artista que estaba convencido que “el canto es una ciencia exacta” siempre quiso ser recordado “…por el público que comprende la ópera, que aprecia el bel canto, la gente que tiene más sensibilidad…” y, para ello, debió decidir no estar más que al servicio de la música y en la cima de su arte.

Los dos últimos años de la vida de Kraus transcurrieron como una agonía permanente por la muerte de su esposa en 1997. Él mismo no dudaría en comentar como “…pensé que no pintaba nada en esta vida, que lo justo sería que dos personas que se quieren durante años tienen el derecho de morir juntas. ¿Me podía haber pasado algo peor?”. Sin embargo, aquí, ahora, veinte años después de su fallecimiento y veintidós del de su inolvidable esposa Rosa Blanca Ley Byrd, sentimos como pueden descansar juntos para toda la eternidad, en el arrullo del bel canto que su Isla les trae cada tarde con la mar y las olas que rompen suavemente en las rocas de la costa cercana, y sentimos felicidad al recordarles así.

Todo aquello hizo que dejara de cantar por un tiempo. Pero el mismo impulso que durante toda su vida le había dado su compañera, también hizo que entendiera que debía regresar a los escenarios, o al menos intentarlo. Su voz, “…honda, reflexiva, cargada de la humanidad que siempre definió todo su proceder…”, no dudaba en aseverar: “…No tengo ánimos para cantar, pero debo hacerlo porque, en un cierto sentido, es una señal de que he superado la tragedia. Cantar es una forma de admitir que estoy vivo…”, y entendía que debía cantar, o cuando menos transmitir todos sus enormes conocimientos a otros artistas, en los que quedaría una parte trascendente de su enorme legado, que vemos, veinte años después, cómo ha sido no sólo muy fecundo y efectivo, sino que aún le queda mucho por seguir creciendo.

Así, aquel 10 de septiembre de 1999 no sólo moría a los setenta y un años un gran artista, “…uno de los tenores y maestros líricos de ópera y zarzuela más destacados del siglo XX…”, y nacía un mito, sino que se abrían las puertas a una nueva etapa de su vida, la que desde la eternidad le permitiría seguir contribuyendo al orbe operístico y a la cultura musical, al tiempo que convertía a su tierra natal en una plataforma desde la que sería posible crear una estructura que encauzara universalmente todo ese potencial.

Convencidos de todo ello, cientos de grancanarios y de foráneos acudieron aquel atardecer septembrino de hace veinte años, cuando ya casi era “Tarde de oro en Otoño, cuando las nieblas densas no han vertido en el viento su vaho taciturno, y en que el sol escarlata, de púrpura el poniente, donde el viejo Verano quema sus fuegos últimos…” –como cantara su hoy vecino en este Panteón Marino de Grancanarios Ilustres, el gran modernista Tomás Morales-, se acercaran hasta la vieja e histórica mansión de la calle Colón, hoy integrada en el conjunto de la Casa-Museo de Colón del Cabildo de Gran Canaria –institución que en 1981 le otorgaría el Can de Plata, en la categoría de las Artes, y el Can de Oro, en la misma categoría a título póstumo–, no sólo para dejar multitud de ramos de flores y farolillos encendidos, sino para pasar un rato en vela y reencuentro con la memoria de quién tanto había hilvanado la vida y la proyección cultural y musical de Gran Canaria, de quién se había convertido en figura señera en su firmamento artístico, de quién dejaba un rastro que estaban seguros se convertiría en senda por la que también transitaría el porvenir.

Alfredo Kraus Trujillo, “…aclamado como el mejor tenor español de su generación, bien conocido por su estilo elegante y sofisticado…”, había nacido el 24 de noviembre de 1927 en el mismo corazón fundacional de esta ciudad, donde recibió su primera formación musical con un profesorado que dejó verdadera huella en él, como fue el caso de su siempre recordada profesora Dña. María Suárez Fiol.  Después actuó frecuentemente en los teatros más prestigiosos del mundo cantando con Maria Callas, Joan Sutherland y otras sopranos mundialmente renombradas. Pasaría años de estudios en Barcelona y Valencia. Sin embargo, como persona enormemente perfeccionista, en sus primeros momentos nunca se encontraba suficientemente preparado para subir a escena, hasta que conoció a Dña. Mercedes Llopart en Milán y comenzó a tomar clases con ella.

Su debut sería en El Cairo, en enero de 1956, interpretando el papel de El Duque de Mantua en el “Rigoletto” de Verdi, pero el gran paso adelante en su carrera lo daría dos años después en Lisboa, gracias al apoyo de Maria Callas. Después actuaría frecuentemente en los escenarios más prestigiosos del mundo y ya se apreciaba como el papel que le diera tanta fama y el que más prefería era el de “Werther” de Massenet. Hijo de un austríaco nacionalizado español y de una grancanaria, fue también un símbolo vivo de ese cosmopolitismo fecundo que a lo largo de la historia ha señalado a la capital grancanaria.

Ya se ha reconocido públicamente como “…fue capaz de combinar cantar, aparentemente sin esfuerzo, con rigurosa atención a la técnica musical y detalles, y ser uno de los pocos tenores que se mantuvo en escena hasta los últimos días de su vida…”. Así, se tienen como hechos sobresalientes que, en 1992, a la edad de sesenta y cuatro años, Kraus interpretara el papel de Nemorino en “L’elisir d’amore” de Donizetti en el Covent Garden de Londres, o que, en 1996, emprendiera una extensa gira internacional para conmemorar sus cuarenta años de carrera. No es de extrañar que entonces la crítica internacional destacara que su facilidad de cantar, su elegante expresión y su tono brillante eran propios de un hombre joven.

Kraus falleció en su hogar madrileño rodeado de su familia, y fue despedido como merecía en el Teatro Real de Madrid, a donde acudieron cientos de cantantes, músicos, amigos y representantes del Gobierno y de otras instituciones públicas y privadas, así como miles de aficionados. También estuvieron allí presentes representantes tanto del Cabildo de Gran Canaria, como del Ayuntamiento de su ciudad natal, que en 1967 le había nombrado Hijo Predilecto y en 1981 le concedió la Medalla de Oro de Las Palmas de Gran Canaria.

Días más tarde, el 22 de septiembre de 1999, el Ayuntamiento de la capital grancanaria celebró un Pleno Extraordinario en las Casas Consistoriales de la Plaza de Santa Ana, en el que todos los grupos municipales destacaron no sólo lo que el tenor había significado para su ciudad natal, sino que lo tenían como una de las personalidades más señeras y universales de toda la historia de la ciudad. Al mes siguiente el Festival de Ópera de las Palmas de Gran Canaria –la actividad cultural y musical más relevante de toda Canarias y con enorme repercusión internacional- pasaría a denominarse, hasta la actualidad, como “Temporada de Ópera de las Palmas de Gran Canaria – Alfredo Kraus”.

Ahora, veinte años después de su fallecimiento, veinte años que han sido de ascendente revivir de su figura a través de su legado, me parece escuchar cómo una vez más Tomás Morales nos trae aquellos versos de Antonio Machado que nos dicen como “De toda la memoria sólo vale / el don preclaro de evocar los sueños…”